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miércoles, 22 de septiembre de 2010

INFARTO DE MIOCARDIO.

¿Qué puedo hacer para evitar un infarto de miocardio o un accidente vascular cerebral?

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P: ¿Qué puedo hacer para evitar un infarto de miocardio o un accidente vascular cerebral?

R: Según las estimaciones de la OMS, más de 17.1 millones de personas murieron en 2004 de infarto de miocardio o de accidente vascular cerebral (AVC). Al contrario de lo que se suele creer, 4 de cada 5 de estas muertes se registraron en países de bajos y medianos ingresos, y afectaron por igual a ambos sexos.

El aspecto positivo es que el 80% de los infartos de miocardio y de los AVC prematuros son prevenibles. La dieta sana, la actividad física regular y el abandono del consumo de tabaco son fundamentales.

Consuma una dieta sana. Una dieta equilibrada es fundamental para la salud del corazón y del sistema vascular. Se recomienda consumir abundantes frutas y verduras, cereales integrales, carnes magras, pescado y legumbres, y poca sal y azúcar.

Haga ejercicio regularmente. Al menos 30 minutos diarios de actividad física ayudan a mantener el sistema cardiovascular en forma. Al menos 60 minutos casi todos los días ayudan a mantener un peso normal.

Evite el consumo de tabaco. El tabaco daña gravemente la salud, independientemente de cómo se consuma (cigarrillos, cigarros, pipa o tabaco para mascar). La exposición pasiva al humo del tabaco también es peligrosa. Lo bueno es que el riesgo de infarto de miocardio y AVC empieza a disminuir inmediatamente después de dejar de consumir productos del tabaco y se puede reducir a la mitad en tan sólo un año.

Verifique y controle su riesgo cardiovascular:

  • Mídase la tensión arterial: La hipertensión suele ser asintomática, pero puede causar infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares. Mídase la tensión arterial.
  • Mídase el azúcar en la sangre: El exceso de azúcar en la sangre (diabetes) aumenta el riesgo de infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Si padece diabetes, para reducir dicho riesgo es muy importante que se controle la tensión arterial y el azúcar en la sangre.
  • Mídase los lípidos en la sangre: El aumento del colesterol en la sangre incrementa el riesgo de infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares. El control del colesterol en la sangre requiere una dieta saludable y, si fuera necesario, medicamentos apropiados

martes, 14 de septiembre de 2010

LOS EFECTOS DEL HURACAN STAN

Los efectos del huracán Stan en El Salvador y Guatemala


Ricardo Zapata Marti, Punto Focal de Evaluación de Desastres, CEPAL
(Los documentos completos pueden ser consultados en la página web
de la sede subregional de CEPAL: www.eclac.cl/mexico)


La CEPAL –a solicitud de los gobiernos de El Salvador y Guatemala– realizó dos estudios sobre el impacto del huracán Stan. Con equipos interinstitucionales, multi-disciplinarios e interagenciales, que incluyeron participación de los organismos financieros internacionales (BM, BID y FMI), de agencias y fondos de Naciones Unidas (OPS/OMS, FAO, OIT, UNICEF, UNFPA, OIM, PNUD) y del BCIE, más de treinta expertos, técnicos y especialistas trabajaron en ambos países entre el 26 de octubre y el 8 de noviembre en las evaluaciones socioeconómicas y ambientales del desastre. Tanto en El Salvador como en Guatemala se contó con el apoyo y el respaldo técnico de los gobiernos, los diversos ministerios, órganos descentralizados, descon-centrados, fondos sociales y otros. Se obtuvo asimismo información y aportes de los sectores privados y de organizaciones de la sociedad civil.

Este desastre regional mesoamericano que afectó con violencia y de forma trágica a ambos países y a México tiene, en su impacto, una expresión local. Por ello la recuperación ha de verse en al menos tres niveles:

  • Nivel local: en el contexto de vulnerabilidad social, física, económica y ambiental de las comunidades en entornos diversos de su topografía, estructura económica y productiva, etnicidad y multiculturalidad.
  • Nivel nacional: el huracán no sólo tuvo un impacto diferencial, sino que afectó más la dinámica y capacidad de recuperación de los grupos vulnerables.
  • Nivel regional: el huracán tuvo consecuencias en el ámbito regional que trascienden fronteras. La recuperación, la reconstrucción y la reducción de la vulnerabilidad y el riesgo, en el corto, mediano y largo plazo, se verán aceleradas de manera sinérgica si se llevan a cabo acciones regionales de cooperación.

Se destacan de manera prioritaria dos aspectos: la gestión compartida y cooperativa de biosistemas que agrupan comunidades, recursos y estructuras similares, así como la gestión territorial –en particular de las cuencas hidro-gráficas– y el potencial de reducir los montos de recursos necesarios o el costo financiero de la reducción del riesgo. En este último contexto se apunta a la necesidad de valorar hacia el futuro la gestión ambiental, como elemento estratégico para la reducción del riesgo y la valoración de servicios ambientales, como fuente de ingresos alternativos para las poblaciones ubicadas en estos biosistemas frágiles y degradados, donde las actividades productivas corrientes no sólo agotan el patrimonio ambiental sino que estarían al borde de su capacidad de sostenimiento.

El apalancamiento de recursos financieros –no sólo como instrumentos anticíclicos frente a los costos de futuras emergencias– servirá para movilizar recursos de inversión que permitan emprender ambiciosas iniciativas pluri-nacionales de reducción del riesgo. Se apunta a la necesidad de potenciar instrumentos financieros, transables en los mercados internacionales. En estas iniciativas aparece como necesaria la participación de las poblaciones locales afectadas con respecto a sus diversidades etnoculturales, de género y otros.


Con respecto al fenómeno ocurrido, de manera esquemática puede decirse:

1. Stan fue un evento relativamente “extremo” que se suma al fenómeno estacional de lluvias, el cual en esta ocasión agravó los efectos que recurrentemente se presentan en las zonas afectadas. Los deslizamientos ocurridos en el altiplano y las inundaciones en la costa evidencian la vulnerabilidad acumulada por la gestión inapropiada de cuencas, exposición de laderas por procesos productivos y deforestación, e índices de pobreza y desarrollo humano por debajo del promedio nacional antes del desastre.

2. La respuesta en la emergencia se vio dificultada por el aislamiento y la marginalidad de las comunidades, parti-cularmente en el altiplano. Para ciertas comunidades aisladas la emergencia no ha terminado. Una vez se supere ésta se hará necesaria la preparación en prevención para la emergencia y la restitución de los sistemas de monitoreo y alerta temprana, en particular en la zona del altiplano que de por sí no contaba con una adecuada red de monitoreo. Ello será más eficaz en la medida que sea la propia comunidad, con sus patrones culturales y conocimiento local, la que los maneje, los adopte y determine sus mecanismos de respuesta frente a las amenazas.
3. Tiene efectos negativos sociales más que económicos. Por ello se hace evidente la necesidad de promover procesos de desarrollo sostenible, con mercados de bienes ambientales y de instrumentos de gestión del riesgo, considerando los procesos de adaptación a la variabilidad y al cambio climático.

Si bien la necesidad de gestión del riesgo es reconocida desde hace tiempo –dadas las múltiples amenazas que tiene.
El Salvador y Guatemala tanto en lo hidrometeorológico como en lo sísmico y geológico-vulcanológico–, se requiere en este aspecto generar políticas más sólidas y duraderas de gestión y reducción del riesgo. El impacto social, el mayor en términos cuantitativos, tiene a su vez un impacto cualitativo sobre los distintos grupos poblacionales, en particular los más vulnerables: la población rural, las mujeres campesinas y los pequeños comerciantes, en cuya economía “de patio” el daño y las pérdidas son poco visibles pero poseen consecuencias negativas sobre su bienestar.

El impacto social agravará tendencias ya presentes en la economía que frenen el avance en la mejora de los índices de desarrollo humano, eleven la dependencia de los ingresos de las remesas y lleven a consecuencias negativas sobre el tejido social: migración, marginación y presión social que afecten la seguridad ciudadana.


FAUNA FUGITIVA

Como el desarrollo humano sigue propagándose a los pocos remanentes de selva virgen que quedan, los encuentros entre la fauna local y las personas se vuelven más comunes, a veces con resultados desagradables.

Mientras que los animales no puede jamás ser verdaderamente criminales - como las leyes sólo se someten a la Madre Naturaleza son - todavía tienden a suscitar la persecución y las represalias altiva vigilante de gente enojada que han sido víctimas al instinto del animal para sobrevivir.

Ya sea robando para comer, huyendo de cautiverio, o simplemente buscando pasar un buen rato, estos mandriles gángster, ebrio monos playa, y los bandidos oso comiendo pizza todos se han ganado la reputación de granuja.

Echa un vistazo a nuestra lista de 9 de la fauna fugitivo, y votar por la más notoria en el pelotón!

Borracho Isla de los Monos
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Originaria de África, los monos verdes en el Caribe se han convertido en un gran gracias molestias a su gusto insaciable de alcohol. Roaming lado resorts de playa, los monos saqueo bebidas y cócteles atraco callejero de tumbonas desprevenidos, y muchos de ellos proceden a beber en un estupor torpe. No todos los monos están en busca de fiesta, como algunos prefieren seguir con soda y otras bebidas. Curiosamente, la BBC informa que el porcentaje de los monos verdes que beben en comparación con aquellos que no refleja perfectamente casi la misma proporción en los seres humanos, lo que sugiere composición genética juega un papel importante en la persona una tendencia hacia el consumo alcohólico. Vea el vídeo de la BBC completo AQUÍ.
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GENERO Y DESASTRES NATURALES.

DESASTRES

El desastre es una situación resultante en una sociedad o comunidad, después de que ha sido azotada por algún fenómeno natural, ya sea terremoto, inundación, huracán, vulcanismo, deslizamiento u otro, o por acciones erróneas del hombre, tales como incendios, explosiones etc. En ambos casos, el desastre se puede medir en términos de daños y pérdidas materiales, económicas o en lesiones y pérdidas de vidas humanas.

El incremento en la última década del número de desastres naturales y por ende, de sus fatales consecuencias, ha estimulado la reflexión colectiva en torno al tema y ha puesto de manifiesto la evidente relación que existe entre desarrollo y riesgo de desastres. Asimismo, se ha transitado de posiciones de manejo de emergencias o manejo de desastres, hacia una perspectiva más centrada en la gestión del riesgo y en la necesidad de una planificación prospectiva del desastre.

La región de América Latina y el Caribe es una de las regiones más vulnerables a sufrir desastres naturales con una tendencia al aumento. Según el Bureau for Crisis, Prevention and Recuperation (BCPR) del PNUD, “entre 1993 y 2002 casi 63.000 personas perdieron la vida (en la región) como consecuencia de este tipo de desastres (...). Entre 1963 y 1967 el número de desastres fue de 94, en cambio, durante el período de 1998 a 2002 este número ascendió a 340”. Por ello, cada vez son más las iniciativas destinadas a reducir los riesgos de desastres y a promover una gestión de los riesgos de carácter prospectivo, tanto en el nivel local y nacional, como a nivel regional (tal es el caso de CEPREDENAC, DIPECHO, ENSO, etc.).

Tal y como señala el Informe Mundial 2004 sobre la reducción de los riesgos de desastres, “los desastres naturales constituyen un serio obstáculo para el desarrollo humano y el cumplimiento de Objetivos de Desarrollo del Milenio tan importantes como la reducción de la pobreza extrema a la mitad antes del año 2015”.

Cualquier actividad de desarrollo tiene el potencial de aumentar o disminuir los riesgos de desastres y las repercusiones de los mismos dependen en gran medida del tipo de políticas de desarrollo previamente adoptadas. La capacidad de una sociedad humana de enfrentarse a los desastres está determinada, principalmente, por las debilidades y fortalezas internas de una sociedad, esto es, de su nivel de vulnerabilidad social y económica, entre otras.

La desigualdad de género ha de considerarse como un importante factor de base que contribuye a incrementar la vulnerabilidad social: las relaciones de género pre-condicionan las habilidades sociales para anticiparse, prepararse, sobrevivir, resistir y recuperarse de un desastre. La equidad de género constituye, por tanto, una condición sine qua non para el logro de los objetivos de reducción de desastres.

Mujeres y hombres se ven afectados por los desastres de manera diferente y por ello, sus necesidades son también diferentes, como señalan numerosos estudios. Como apunta E.Enarson (2004), los desastres impactan en gran manera sobre el trabajo de las mujeres: “El trabajo doméstico aumenta enormemente cuando los sistemas de apoyo como los de cuidado infantil, las escuelas, las clínicas, el transporte público y las redes familiares quedan interrumpidas o destruidas. Las viviendas dañadas son espacios de trabajo dañados para las mujeres. Para quienes su ingreso se basa en el trabajo doméstico la pérdida de las casas significa también la pérdida del espacio de trabajo, el equipamiento, los materiales, etc”. Los periodos posdesastres se han identificado también como momentos críticos en términos de explotación y violencia contra las mujeres.

En el caso de las mujeres, su condición y posición en la sociedad hace que se incremente su vulnerabilidad ante los desastres, además de que tienen menos acceso y control de los recursos que son esenciales en la preparación, mitigación y rehabilitación. Por otro lado, las mujeres están sobrerepresentadas en el trabajo en el sector informal, que es uno de los sectores más afectados cuando se produce un desastre natural pero menos tenido en cuenta a la hora de valorar los daños por ejemplo en las evaluaciones de desastre.

Por otro lado, su rol de cuidadoras de la familia limita el que puedan emigrar para buscar trabajos después del desastre y los procesos de emergencia y reconstrucción suelen profundizar la división sexual del trabajo, asignándoles tareas tradicionales a hombres y mujeres, habitualmente remuneradas para los hombres y no remuneradas para las mujeres. Las mujeres, junto con niñas, niños, ancianas y ancianos, suelen ser mayoría en los albergues, lugares en los que suelen ser frecuentes las situaciones de violencia.

Asumiendo los lineamientos de la Plataforma de Acción de Beijing (1995) y del Objetivo 3 de las Metas del Milenio, el Marco de Acción surgido de la Segunda Conferencia Mundial sobre Reducción de Desastres (WCDR, en sus siglas en inglés), celebrada en Kobe (Japón), del 18 al 22 de Febrero de 2005, enfatizó el hecho de que la perspectiva de género debe incorporarse “en todas las políticas, planes y procesos de decisión sobre la gestión de los riesgos de desastre, incluidos los relativos a la evaluación de los riesgos, la alerta temprana, la gestión de la información y la educación y la formación”.

La Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (ISDR, por sus siglas en inglés) también se ha hecho eco de los lineamientos de Beijing en algunos de sus documentos estratégicos.